ENCENDER UNA MECHA.



Asistimos a una suerte de malestar generalizado. En cualquier conversación surgen sentimientos de angustia, impotencia, en algunos casos, rebeldía, en otros depresión.
Una palabra puede encender una mecha interminable que estalla en desazón.
Si una conversación es medianamente prolongada se construye una bola de nieve helada, demoledora que arrasa la alegría en mil pedazos.

Motivos nos sobran: desempleo, injusticia social, políticos corruptos, avaricia, contaminación ambiental, egoísmo, violencia, incertidumbre, autoritarismo, ignorancia, hambre…y ¿Para qué seguir enumerando dramas a los que nosotros, gente común, conocemos y asistimos minuto a minuto?

Pero hay otros mundos pequeños, sencillos pero sólidos que nos contienen y nos protegen. En primer lugar, nosotros mismos…ese microcosmos a nuestro gusto y medida susceptible a mejorar plenamente. En segundo lugar nuestro entorno íntimo: amigos, familia, vecinos, compañeros a quienes nos unen lazos de amor. En esa burbuja propia, nuestras voluntades, haceres y sueños se palpan, se concretan, se perciben y se sienten íntimamente. Allí es donde se puede encender una mecha con una sonrisa. Es cortita, pero estalla en alegría.

¿Quién no les dice que si cada uno enciende su mecha cortita y logra su pequeña explosión de alegría y vos y yo y nosotros acordamos el día y la hora creamos una bomba gigante de felicidad? ¿Qué tal si probamos alguna vez?

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