PERVERSIONES de una CRISIS GLOBAL

(B) .

El 11 de setiembre se cumple el décimo aniversario del atentado a las Torres Gemelas y ya hay un fuerte fervor por recorrer ese episodio que, según analistas en Washington, fue el inicio literal del actual siglo XXI. Es una noción exagerada y poco científica. Fue nada menos y nada más pero sólo un ataque terrorista, una grave página en la historia que el célebre historiador inglés Eric Hobsbawm insiste en devaluar como “sucesos que no tuvieron gran importancia política ni militar”. Quizá él también exagere.

Pero en setiembre hay otro aniversario que merecería sin dudas mayor atención que el impactante 11-S. El jueves 15 se cumple el tercer año desde la bancarrota del banco Lehman Brothers, el cuarto más grande de Estados Unidos. Su caída provocó el estallido a nivel global de la crisis financiera y económica que había comenzado más de doce meses antes. Al contrario que el drama de las Torres, ese episodio efectivamente mutó el mundo en un proceso que no se ha detenido hasta ahora y que, de tanto en tanto, muestra su peor rostro de fanatismo e intolerancia.

Puede haber, incluso, un vínculo entre estos dos acontecimientos. Los atentados en Nueva York y contra el Pentágono fueron el origen de la inasible y brumosa guerra contra el terrorismo que fue usada por el gobierno de George Bush para recortar las libertades individuales en los Estados Unidos. Ese proceso de colonización sobre los espacios de cuestionamiento, fue paralelo y sin ingenuidades con la habilitación de un esquema de acumulación carente hasta la anarquía de todo tipo de regulaciones y que terminó pavimentando el camino a gigantescos fraudes y el estallido del sistema.

En este juego de sombras, aquel terrorismo espectral ha servido como argumento permanente para explicar las calamidades globales siempre a mano de analistas que descubrían barbudos malvados agazapados en todos los rincones. Pero entre tanto, el verdadero desastre a nivel global, la auténtica arma de destrucción masiva, acababa en la actual doble crisis norteamericana y europea. El estrechamiento de las economías, la reducción de las oportunidades en el sistema, y la concentración del ingreso, explica menos la amenaza de Al Qaeda que la emergencia de una vigorosa ultraderecha en esas dos estructuras nacionales. En EE.UU. ese desafío social ha sido la fragua de los fanáticos del Tea Party que niegan que la nación sufra efectivamente una pérdida de poder, sino apenas de liderazgo. Y que han boicoteado con éxito hasta ahora una solución para evitar el default del gigante occidental. En Europa, la angustia de las clases medias habituadas a niveles de calidad de vida que se han deteriorado, alimentó una multiplicación imparable de partidos xenófobos en Holanda, Finlandia o Suecia. La biblia de esta gente es que las razones del deterioro de las economías y el emergente de la desocupación se origina en las oleadas de inmigrantes que efectivamente la crisis global ha lanzado sobre las costas europeas o norteamericanas. Es una alquimia perversa: se convence a los electorados que la destrucción del otro, del diferente, es la clave para retomar la senda del crecimiento. Con esos argumentos falsos triunfó en la otrora iluminista Holanda el partido oscurantista de Pin Fortyn, se consolidó el neofascismo de la Liga Norte en Italia, o crece Marianne LePen en Francia.

El caso noruego de este fanático ultracristiano y xenófobo que masacró enloquecidamente no va muy distante de las locuras que este sistema de ideas estimula. En setiembre del año pasado el ultraderechista Partido Demócrata de Suecia se promovía en televisión con un aviso de tremendo contenido discriminatorio. Una anciana agitada marcha por la calle con la respiración entrecortada sosteniéndose de un endeble andador. Mira hacia atrás, y como si la persiguieran, ve una horda de mujeres cubiertas con velos negros que empujan multitud de cochecitos infantiles y marchan a zancadas. La anciana finalmente queda atrás mientras una voz en off afirma: “La política es cuestión de prioridades. El 19 de septiembre tú decides si recortamos las pensiones o recortamos la inmigración”. Eso es en Suecia, con un envidiable ingreso per cápita, bajísimo nivel de natalidad y una calidad de vida tal que el gobierno de centro derecha no pudo ser abatido por la furia xenófoba que sí creció geométricamente en el Parlamento de Estocolmo.

En ese caldo se pudre la razón y se sueltan las cuerdas como acaba de ocurrir con el fundamentalista cristiano y psicópata de Oslo. O ha sucedido antes con las milicias norteamericanas. No es difícil imaginar en economías más deterioradas y obligadas a un ajuste que mata empleos e ingresos las consecuencias que se irán germinando. De eso justamente se trata esta crisis que no tiene enemigos sencillos para cargarles la culpa.

ESte texto es una nota editorial publicada en un diario de hoy....¿Qué opinan Paloqueños?


Marcelo Cantelmi
En Foco
Clarín.

No hay comentarios:

Publicar un comentario