CLASIFICANDO LOS RITOS. EMILE DURKHEIM. LO SAGRADO Y LO PROFANO


Perpetrado por Oskarele

Las clasificaciones, por lo general, pretender a veces conservar un carácter de inventario puramente descriptivo, limitándose a ordenar los objetos, los seres o sus conductas. En realidad la denominación y la distinción de diferentes clases o categorías de ritos ponen de manifiesto la problemática propia de este tema. Es decir, el hecho en si de clasificar los ritos implica un posicionamiento. Vamos a verlo.

Respecto a la clasificación de los ritos y rituales hay que destacar la figura de Emile Durkheim (1858-1917) como autentico pionero. Este señor fue un sociólogo francés que estableció formalmente la sociología como disciplina académica, siendo considera junto con Karl Marx y Max Weber uno de los padres fundadores de dicha ciencia. Pues bien, Durkheim, en su obra clásica, “Las formas elementales de la vida religiosa” (1912), comparó las vidas socioculturales de las sociedades aborígenes y modernas, atribuyendo una enorme importancia a las “actitudes rituales”.

En un primer nivel, Durkheim, distingue dos claras categorías: el culto negativo (constituido por tabúes y prohibiciones) y el culto positivo (que establece como ha de ser la relación de los individuos y del grupo ante lo sagrado).

El primero, el culto negativo, tiene por objetivo asegurar la separación entre profano y sagrado, bases de su sistema de comprensión de los fenómenos religiosos: “… todas las creencias religiosas conocidas, sean simples o complejas, presentan una idéntica  característica común: suponen una clasificación de las cosas, reales o ideales, que se representan los hombres, en dos clases, en dos géneros opuestos, designados generalmente por dos términos delimitados que  las palabras profano y sagrado traducen bastante bien”

Así el culto negativo deja claro cuáles son los campos de actuación de lo sagrado y de lo profano, evitando toda mezcla “impía o peligrosa”. Para ello se sirve de tabúes (objetos y actos absolutamente vetados), prohibiciones (reglas negativas) y separación de espacios físicos (el templo vs. el poblado, como dos mundos absolutamente separados).

Por otro lado el culto positivo tiene una motivación diferente: se encarga de regular la relación de los individuos como tales y como parte de un colectivo. Y es aquí donde el ritual adquiere su verdadera importancia, pues es mediante ritos como el individuo rompe la frontera de lo profano y lo sagrado, acercándose a sus divinidades. Aquí es donde Durkheim plantea diferentes tipos de rituales.

Por un lado estarían los ritos ascéticos, que van desde las simples privaciones de alimento y compañía humana a las mutilaciones corporales extremas. De alguna forma estos ritos ascéticos están relacionados con otro tipo, los ritos sacrificales, los sacrificios de toda la vida, que constituyen un acto de renuncia por un lado, pero por otro también entrega, ofrenda y comunión.

Luego estarían los ritos miméticos, que se basan en el principio de que el parecido produce el parecido, acercándose a aquello que algunos llaman “magia simpática”. Aquí se dan las típicas practicas de figuración (por ejemplo la hostia de los católicos, que “figura” la carne de Cristo), invocación (por ejemplo, el culto a las imágenes marianas) y de encantamiento.

Los ritos conmemorativos y representativos ofrecen un abanico enormemente amplio: desde las fiestas solemnes (aniversario de apariciones divinas, culto a los antepasados), celebradas en recintos sagrados; a las fiestas más populares, con un fuerte componente lúdico, pero siempre con un trasfondo ritual y de cohesión social.

Pero también están los ritos expiatorios, en claro contraste con las fiestas, pues resaltan por la tristeza conmemorativa (ceremonias de funeral, luto, expiación de pecados).

Durkheim, a pesar de centrar su análisis en las movidas religiosas, reconoce explícitamente la existencia de ritos seculares, sobre todo rituales de masas (desfiles, juegos, espectáculos…)

Como decíamos al comienzo de este articulillo, el hecho en sí de clasificar algo lleva implícito un punto de partida subjetivo del clasificador. En el caso de Durkheim este punto es su fundamental idea de separación entre lo profano y lo sagrado, y en torno a esto articula los tipos de rito.

Ahora bien ¿Es realmente esto así? ¿Realmente existe esta dualista separación del mundo entre profano y sagrado según los sistemas religiosos?

Por un lado está claro que sí: todas las religiones consideran que hay cosas, seres o entidades sagradas, que por su propia naturaleza son diferentes y están separadas de las cosas, seres o entidades profanas. Pero por otro lado, hay que tener en cuenta dos cosas importantes: la “contaminación” mutua entre lo sagrado y lo profano y la existencia de seres intermedios (o intermediarios).

Lo sagrado y lo profano son dos categorías opuestas y antagónicas siempre y cuando no estén en contacto directo entre ellas. Esto queda demostrado por la cantidad de prohibiciones que limitan el acceso de uno al campo del otro. Por ejemplo: los héroes griegos eran muchos semidioses, hijos de una divinidad con un humano, siendo pues humanos (por lo tanto profanos), pero con algunas características de sus progenitores divinos y sagrados. Otro ejemplo seria el Sancta Sanctorum del Templo de Salomón en Jerusalén, el lugar más sagrado para los judíos, al que tenían totalmente prohibida la entrada los que no perteneciesen a la casta sacerdotal (incluso dentro de estos solo unos pocos tenían acceso real, las jerarquías más altas, los sumos sacerdotes). Si a alguno se le ocurría pisarlo era severamente reprendido, y, esto es lo importante, era necesario volver a purificar el templo ante el riesgo de que hubiese sido contaminado por el profano.

Así pues tenemos claro que, por un lado, lo sagrado y lo profano, según el concepto de Durkheim, son dos categorías heterogéneas y antitéticas, pero que, por otro lado, no tienen porque serlo siempre, es decir: lo sagrado puede convertirse en profano si es contaminado por algo profano y viceversa.

Así por ejemplo el agua bendita de las iglesias no es ni más ni menos que, vulgarmente hablando, agua del grifo, profana, que se convierte en sagrada por la acción de la divinidad. Lo mismo ocurre con las hostias consagradas.

Otro importante sociólogo francés, Jean Cazeneuve (1915-2005), especialista en la problemática de las comunicaciones sociales, autor de obras como “Sociología de la radiotelevisión” (1969), “El poder de la televisión” (1970) y “Las comunicaciones de masas” (1977), aportó también una clasificación interesante de los rituales.

Este autor parte de la idea de que el hombre está sometido a una lucha continua: el conflicto entre su sentimiento de libertad y las amenazas a las que se ve sometido en su vida (tanto metafísicas como físicas). Así por un lado aspira al máximo de libertad e independencia, pero por otro, se somete a reglas y leyes, con la intención de perpetuar un modus vivendi.

Seria, básicamente, el eterno conflicto entre individuo y colectivo, entre la parte y el todo.

Pues bien, Cazeneuve, propone que el ritual tiene una estrecha relación con esta problemática, aportando tres posibles soluciones (quedando claro, pues, que este autor clasifica los ritos según la función social que tienen):

1.    En primer lugar ayudaría a tranquilizar la angustia y los riesgos relacionados con todo aquello que nos supera, todo lo que no depende de nosotros como individuos. Así los ritos aportarían por un lado preservación del sistema (dando tranquilidad al individuo), mediante los tabúes. Por otro lado aportarían purificación ante la contaminación del mal (entendido como algo metafísico) y, sobre todo, preparación para el porvenir, mediante los famosos ritos de paso.

2.    Por otro lado, los ritos ayudan a buscar el poder mediante contactos con lo sobrenatural, aunque a expensas de la seguridad, como pasa, por ejemplo, con los ritos vinculados a la magia o la brujería, práctica que requiere la utilización de objetos impuros o repugnantes (huesos, cadáveres, excrementos), la transgresión de tabúes (homicidio, incesto, violencia) y sobre todo, la intervención de “personajes extraordinarios”, más frecuentemente maléficos (diablos, demonios) que benéficos (espíritus tutelares, ángeles de la guarda)

3.    Finalmente, el ritual permite poner la mira en una divinidad trascendente, suprema, que permita al hombre participar de su esencia, separando lo sagrado de lo profano, e, incluso, reglamentar de forma juiciosa la vida cotidiana. Dentro de esta función estarían todos los sistemas rituales de las religiones, que también divide entre negativos (prohibiciones, ayunos, pruebas iniciáticas) y positivos (oración, ofrendas, comunión)

Personalmente creo que la clasificación más oportuna, y con la que vamos a trabajar nosotros, es mucho más sencilla que la aportada por Durkheim o Cazeneuve. Básicamente creo que la división más oportuna, y en realidad la más extendida, aunque con matices, es la que clasifica los rituales en torno a su relación o no con lo “sobrenatural”, ya sea esto un dios, un espíritu o la voz de los antepasados.

Así habría solamente dos grandes grupos de ritos: Los rituales mágico-religiosos (con unos objetivos de trascendencia y acercamiento a la divinidad) y los rituales seculares (mas enfocados a la cohesión social y a la vida cotidiana).
En torno a estos dos grupos vamos a analizar los diferentes tipos de rituales humanos, su aportación a la sociedad y al individuo, así como el nivel simbólico subyacente.

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