ZECHARIA SITCHIN. LIBRO 2º: LA ESCALERA AL CIELO. PARTE 23: TILMUN: LA TIERRA DE LOS COHETES



Perpetrado por Oskarele

Gilgamesh, como dijimos en su artículo, en su búsqueda de la inmortalidad, tenía que ir al TILMUN, al lugar donde los muertos recobran la vida y en el que los ancianos rejuvenecen, el lugar donde los dioses viven eternamente y donde residía su antepasada Utnapistim, el héroe sumerio del diluvio. A ese mismo lugar se dirigió, según Sitchin, que conste, Alejandro Magno, que se consideraba un faraón e hijo de un dios (Amón) y por lo tanto con derecho a ir al Duat, el lugar adonde, después de muertos, iban los faraones.

Pero ¿Dónde estaba aquel lugar?

Sitchin al micro: “Buscaré demostrar ahora, finalmente, que la tierra donde ellos esperaban encontrar la Escalera al Cielo era la península del Sinaí…”. Vamos a ver porque:

Si partimos de que lo narrado en los “Textos de las pirámides” hace referencia a lugares geográficos reales (eso al menos piensa Sitchin) el viaje simulado del faraón se hacia lo largo del Nilo, desde los santuarios del Alto Egipto hacia los más próximos al delta del río. Pero el viaje iba más allá de las fronteras del país: el faraón se dirigía al este, no al norte, y, cuando atravesaba el “lago de Juncos” y el desierto, dejaba atrás no solo Egipto, si no África (abandonaba los dominios de Horus para llegar a las "Tierras de Set", o sea, Asia)

Cuando estos “Textos de las Pirámides” fueron escritos, la capital de Egipto era Menfis. El centro religioso más antiguo, Heliópolis, quedaba a noroeste de la capital, no mu lejos. Desde esos centros, una ruta en dirección al este llevaría a una cadena de lagos llenos de juncos y bambúes. Después de ellos quedaba el desierto, los desfiladeros y la península del Sinaí.

Esto parece precipitado, pero es que Alejandro hizo exactamente ese camino, imitando al faraón, pero también imitando el éxodo de los judíos guiados por Moisés, que se encontró con la barrera natural del “Mar Rojo”. En el caso del macedonio, intentó hacer que sus tropas lo atravesaran a pie, construyendo un puente, según algunas versiones, o, en otras, "exponiendo el lecho con sus plegarias". Según tuviese éxito o no (depende de la versión), los prisioneros de guerra que mandó al frente fueron sorprendidos por la vuelta de las aguas y murieron ahogados, exactamente como aconteció con los egipcios que perseguían a los judíos.

Una vez vencida la barrera de agua - la traducción literal del término bíblico Yam Suff es “mar/lago de Juncos", puntualiza Sitchin – comenzaba un viaje por el desierto, en dirección a una montaña sagrada. Significativamente la montaña que Alejandro alcanzó tenía el nombre de “Mushas”, la Montaña de Moisés, “Moshe” en hebraico. Allí fue donde la tradición dice que Moisés encontró un ángel que le habló entre el fuego (el arbusto ardiente). Y de nuevo un incidente similar es relatado en las leyendas del rey griego.

Encontramos más paralelismos si ponemos en relación la historia de Moisés y el pez encontrado en el Corán. Según esta, el Agua de la Vida quedaba "en la unión de dos ríos". El faraón egipcio alcanzaba la entrada del reino subterráneo en el lugar donde el río de Osiris se dividía en dos afluentes. En las leyendas de Alejandro, el punto crucial de la jornada también aconteció cerca de una fuente o curso de agua, en el lugar donde la "Piedra de Adán" emitió luz y los seres divinos aconsejaron al rey a desistir de su búsqueda. Además de eso, existía la tradición de igualar al rey griego con Moisés al llamarlo "Aquel con Dos Rayos" - debido a la afirmación bíblica, repetida también en el Corán, de que Moisés, después de haber visitado al Señor en el monte Sinaí, se quedó con el rostro radiado y que de él emanaban "rayos" (literalmente: rayos de luz).

¿Adonde queremos, o quiere Sitchin, ir con todas estas movidas? Pues, ni más ni menos, lo que habíamos dicho antes: que la arena del éxodo bíblico fue la península del Sinaí. Allí fueron todos: Moisés, los faraones egipcios, Alejandro Magno, y por supuesto, Gilgamesh.

Una curiosidad: Gilgamesh, tras dejar el Bosque de los Cedros (Baalbek), emprende el camino hacia el sur, en dirección a Tilmun (La península del Sinaí), pasando por el misterioso “Mar de las Aguas de la Muerte”… sin duda una referencia clara al Mar Muerto, una depresión de la corteza terrestre (cerca de 300 metros debajo del nivel del mar), con unas aguas tan saturadas de sales y otros minerales que allá no crece ningún tipo de vida animal o vegetal.

En la historia de Gilgamesh, una muralla cercaba la ciudad junto al Mar de las Aguas de la Muerte. Su templo era dedicado a Sin, el dios-Luna. Del lado de afuera de la muralla había una taberna. La tabernera acogió a Gilgamesh y le suministró información.

Pues bien, las increíbles similaridades con una historia de la Biblia son asombrosas. Cuando los israelitas terminaron sus cuarenta años de deambular por el desierto, llegó la hora de entrar en Canaan y fueron progresando por el margen oriental del mar Muerto hasta que llegaron al lugar donde el río Jordán desemboca. En la llanura, en el otro margen del río, quedaba una ciudad, Jericó, que bloqueaba el avance de los judíos, así que enviaron a dos espías para explorar sus defensas, a los que, he aquí el detalle, una mujer cuyo mesón quedaba junto a las murallas, les suministró informaciones y orientación. Además, el nombre hebreo de Jericó es Yeriho, que significa literalmente "Ciudad de la Luna".

Así, Sitchin plantea que Jericó fue la ciudad a la cual Gilgamesh llegó, quince siglos antes del Éxodo. Y es probable, pues esta ciudad está poblada desde el 7.000 a. C. y desde el 3.500 a. C. es un centro floreciente. Y Gilgamesh, de ser esto cierto, hizo la misma ruta que los judíos, pero a la inversa, seguramente porque era una ruta bastante común para ir desde Asia menor a Egipto, pasando por el Sinaí.

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