LA ESCALERA AL CIELO. PARTE 31: LAS PIRÁMIDES DE LOS DIOSES Y LOS REYES, PARTE 6. EL CORONEL VYSE, EL FALSIFICADOR

Perpetrado por Oskarele

El 29 de diciembre de 1835 llega a Egipto el coronel Richard Howard Vyse, la "oveja negra" de una aristocrática familia británica, conocido por su mal vivir y por sus escarceos amorosos. En aquella  época, otros oficiales del ejército de Su Majestad ya habían destacado como "anticuarios" (como eran llamados los arqueólogos de la época) presentando informes ante las más afamadas sociedades científicas y recibiendo la debida aclamación pública. Puede que Vyse fuese (o no) a Egipto en busca de fama, pero el hecho es que al visitar las pirámides de Gizeh fue inmediatamente arrebatado por la fiebre de los descubrimientos, quedando especialmente pillado con las historias y teorías de un tal Giovanni Battista Caviglia, que había estado buscando una cámara secreta dentro de la Gran Pirámide.

La meticulosidad arqueológica aplicada por Caviglia en sus excavaciones fueron refrendadas posteriormente por la arqueología. Sus trabajadores aprendieron su método de trabajo y el propio William M. Flinders Petrie, uno de los egiptólogos mas importante que ha trabajado en la Gran Pirámide, cuando llegó a Egipto en 1880, buscó y contrató a Ali Gabri, quien 40 años antes fue capataz de Caviglia.

Howard Vyse le ofreció financiación a cambio de poder presentarse a la prensa como copartícipe de los hallazgos que se produjesen, propuesta que Caviglia rechazó, ya que vio en el coronel cierto ánimo de protagonismo en lugar del espíritu de estudio que debía presidir toda investigación arqueológica. Vyse, ofendido, partió para Beirut a finales de febrero de 1836, con el objetivo de visitar Siria y Asia Menor.

Sin embargo, el largo viaje no fue capaz de aplacar la ambición que había crecido dentro de él. En vez de volver a Inglaterra, Vyse desembarcó nuevamente en Egipto en octubre de 1836. Y consiguió obtener o, mejor dicho, comprar al gobierno egipcio un permiso para excavar en Gizeh. Con unos recursos financieros notables, que entonces ascendieron a diez mil libras, organizó todo un pelotón de trabajadores. Contrató entonces como capataz de los trabajos a Caviglia, pero el método empleado por éste resultaba lento para sus aspiraciones de gloria. El poco entendimiento y las acusaciones contra Caviglia fueron aumentando. El 11 de febrero de 1837, tuvieron una discusión violenta. Al día siguiente, Caviglia hizo importantes descubrimientos en una tumba: un sarcófago con jeroglíficos y marcas en tinta roja en las paredes del sepulcro. El día 13, Vyse despidió a Caviglia y le mandó dejar inmediatamente el lugar de las excavaciones.

Vyse contrató entonces los servicios de John Perring (ingeniero del Departamento de Obras Públicas de Egipto y experto en egiptología) para iniciar su particular búsqueda desenfrenada de un descubrimiento importante, aunque para ello utilizara métodos tan destructivos como … la pólvora. Tras volar el hombro y el lomo de la esfinge (esperando por lo menos encontrar marcas de pedrería en ella), centró sus explosiones en el interior de la Gran Pirámide, ya que las prospecciones que intentó realizar en el nicho de la Cámara de la Reina o en el suelo de la Cámara del Rey se realizaban de forma lenta y costosa.

La idea de que sobre la Cámara de Descarga descubierta por Nathaniel Davidson en 1765 había otras similares era de Caviglia, refrendado por una pequeña grieta por la que se podía introducir un palo, pero la composición granítica de los bloques hacía difícil su perforación. Howard-Vyse decidió usar también aquí la pólvora para abrirse camino hacia arriba , consiguiendo abrir un agujero lo suficientemente grande como para pasar a otra estancia superior. El 30 de marzo de 1837, acompañado por el Sr. J. R. Hill, un colega, empleado en una fabrica local de cobre, entraron por primera vez en la cámara secreta, que estaba herméticamente cerrada y solo con un sedimento negro que se distribuía por igual sobre todo el suelo, cuya naturaleza nunca ha sido determinada. Vyse ordenó que el agujero fuera aumentado aún más y envió un mensaje al cónsul británico comunicando que había dado al compartimiento recién descubierto el nombre de "Cámara de Wellington".


El día de la apertura del primer compartimento encima de la Cámara de Davidson, Vyse escribió esto en su diario:  "A la noche, cuando llegaron el Sr. Perring y el Sr. Mash, entramos en la cámara de  Wellington y comenzamos a medirla. Mientras hacíamos las mediciones, encontramos las marcas hechas en la cantera!"

¡Que súbito y extraordinario golpe de suerte!

Esas señales eran similares a las marcas de cantera escritas en tinta roja encontradas en las tumbas de al lado de la pirámide. Es extraño que Vyse y Hill no las hubieran visto en la noche anterior, cuando examinaron minuciosamente la cámara. El singular descubrimiento sólo aconteció en la presencia de dos testigos, el Sr. Perring y el Sr. Mash, un ingeniero que estaba visitando la cámara a su invitación.

El hecho de que la cámara de Wellington era casi idéntica a la de Davison llevó Vyse a sospechar que podría existir algún otro compartimiento por encima de ellas. Así, de nuevo gracias a la polvora, descubrió otro compartimento superior, que Vyse bautizó como "Cámara de Nelson" en honor al almirante, abierta el 25 de abril de 1837,  tan vacía como las otras y con la misma misteriosa arena negra.

Vyse relató haber encontrado "varias marcas de cantera escritas en tinta roja en los bloques de granito, en especial en la pared oeste".

El 7 de mayo se descubrió otro compartimiento más, que Vyse bautizó como "Cámara de lady Arbuthnot". En su diario, curiosamente, no registra el hallazgo de marcas de cantera, aunque más tarde existieran allí en profusión… Lo sorprendente en esas nuevas marcas era que incluían un gran número de cartuchos, que sólo podían significar nombres de reyes. ¿Habría Vyse encontrado una prueba irrefutable del nombre del faraón que construyó la pirámide?

El 26 de mayo fue encontrada la ultima cámara, llamada “Cámara de Campbell”, y en ella se hallaron mas marcas y un nuevo cartucho real, ya si, con el nombre del faraón… Entre los dos millones y medio de bloques que forman la Gran Pirámide, H. Vyse había encontrado una única señal existente con el nombre de su constructor, en un lugar no destinado a ser visto por nadie.




Aquellas inscripciones fueron estudiadas por Samuel Birch, experto en jeroglíficos del Museo Británico, quien atribuyó uno de los cartuchos encontrados a Keops, basándose en unos dibujos realizados, como no, por el colega de Vyse, el Sr. Hill… pero lo cierto es que el Coronel regresó a Inglaterra, rodeado de grandes honores, aunque en su travesía se hundió su barco frente a las costas de Cartagena con gran cantidad de restos arqueológicos a bordo, entre ellos el sarcófago recuperado de la pirámide de Micerinos (que casualidad).

El impacto de los descubrimientos de Vyse fue enorme. Había demostrado que Kéops había sido el constructor de la Gran Pirámide.

Pero, según Sitchin, aparte de lo sospechoso que fue el hallazgo de aquellas pinturas rojas, existe un error enormemente grosero del  falsificador. Birch, el experto del museo británico que las analizó no se entusiasmó mucho con la ortografía y el texto de muchas marcas: "Los símbolos y jeroglíficos pintados en rojo por el escultor o albañil en los bloques de las cámaras de la Gran Pirámide son aparentemente marcas hechas en la cantera", y prosigue: "Aunque no muy legible, por que fueron sido escritas en caracteres semi-hieráticos o lineal-jeroglíficos, ellas poseen puntos de considerable interés...

¡¡Pero le intrigó que las marcas de cantera del inicio de la 4ª. Dinastía estuviesen claramente hechas en una escritura que comenzó a aparecer siglos después!!


Además, algunos símbolos eran raros, nunca habían sido vistos antes en otra inscripción egipcia: "El cartucho de Sufis (Kéops) es seguido por un jeroglífico para el cual sería difícil encontrar un paralelo". Otros símbolos eran "igualmente de difícil solución". Las señales que venían después del cartucho real (escritos "en la misma caligrafía lineal") también causaron extrañeza al perito. Birch partió de la hipótesis de que debían expresar un título cualquiera, algo como "Poderoso en el alto y Bajo Egipto", pero la única similaridad que pudo encontrar con esa hilera de símbolos fue una que deletreaba "un título que existe en el ataúd de la reina de Amasis", del periodo saítico.

(Birch no vio necesidad de añadir que el faraón Amasis reinó en el siglo VI a.C. ¡¡más de 2 mil años después de Keops!!)

El autor de la falsificación tampoco era muy letrado (ni mu listo) pues gran parte de los jeroglíficos estaban incompletos, fuera de lugar, poco claros o a la sazón eran completamente desconocidos. El propio Karl Richard Lepsius, uno de los egiptólogos mas grandes, también se mostró intrigado con el hecho de que las pinturas "hayan sido hechas con pincel y tinta roja en una escritura cursiva, de tal forma que se parecen a las señales hieráticas"

Pero aun hay mas: Según Birch, había dos nombres reales dentro de la pirámide!! Dos cartuchos en dos salas distintas. Uno de los cartuchos fue leído como Saufou o Shoufou; el otro, por incluir el carnero, símbolo del dios Khnum, como Senekhuf o Seneshoufou. Aceptando que los dos nombres encontrados en la pirámide podrían ser de aquellos faraones que en la antigua Lista de Reyes eran llamados como Sufis I (Keops) y Sufis II (Kefren), Birch intentó resolver el enigma imaginando que los dos, de alguna forma, pertenecían a Kéops, siendo uno su nombre verdadero y el otro "un sobrenombre". Sin embargo, su conclusión final fue que "la presencia de un segundo nombre de las marcas de cantera de la Gran Pirámide es un enredo adicional".

El más notable egiptólogo inglés, Flinders Petrie, cincuenta años después del descubrimiento de Vyse, plantea que los nombres pertenecían a dos reyes diferentes. Entonces, ¿como explicar las localizaciones de los cartuchos en la Gran Pirámide, los de Kefren mas abajo que los de Keops? Para Petrie, la única explicación plausible sería que Keops y Kefren habían sido co-regentes, reinando juntos. Pero eso era bastante raro.

Y el enigma, a pesar de todas las teorías sugeridas, continúa siendo embarazoso para los estudiosos.

La clave está en dejar de atribuir a los maestros canteros las famosas y dichosas inscripciones…

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