ANHELO ASESINO.



Un relato de Pedro Pastor

"No se puede cambiar el curso de la historia a base de cambiar los retratos colgados en la pared."
JAWAHARLAL NEHRU


—¿Estás seguro de que quieres hacerlo?

Yossi frunció el ceño y dedicó una mirada perversa a su homónimo hindú.

—¿Se te ocurre una forma mejor de probar el jodido invento?
—La verdad es que sí…
—Claro, porque tu árbol familiar siempre ha vivido plácidamente en la aristocracia hindú.
—Sabes que no lo digo por eso. Se me ocurren formas más seguras de probar el teseractocrono—se quitó las gafas, como hacía siempre que se ponía serio.
—Bueno, seguro que cuando vuelva y te diga si tu invento funciona; tú mismo podrás convertir en realidad esas otras opciones a las que estás dando vueltas—dio una palmadita en la espalda de Rahim y se tumbó en la camilla de cristal ahumado.

Observaba a su amigo, despreocupado totalmente; sin saber el riesgo que corría.
Él pensaba que viajar en el tiempo sería como viajar en un turborreactor. Y no era así. O al menos, eso creía Rahim.

Debería sentirse contento por el invento que iba a revolucionar la tecnología y la ciencia humana. Sin embargo, estaba preocupado por esa primera prueba. ¿Acaso no estaban preocupados los rusos cuando lanzaron el Spútnik, casi un siglo atrás? ¿No se preocuparon técnicos de todo el mundo cuando en la primera década del siglo XXI se puso en funcionamiento el acelerador de partículas suizo? Los grandes avances implicaban grandes preocupaciones. Incluso a mediados del siglo XXI.

Su colega israelí rompió sus meditaciones.

—¡Eh, tío! ¿A dónde irías tú?

Rahim volvió a colocarse las gafas y sonrió.

—Creo que visitaría a Ramanuján.

Yossi carcajeó.

—¿Por qué te ríes?
—Pensé que elegirías a Gandhi.
—Quizás para el segundo viaje.
—Querrás decir para el tercero. Primero tengo que ver a ese cerdo.
—Te lo vuelvo a repetir. ¿Estás seguro?
—Vamos a ver si he entendido bien las bases de tus “viajecitos”—se levantó de la camilla y se sentó sobre ella, dejando colgar las piernas. Después, comenzó a enumerar valiéndose de los dedos de su mano izquierda—. En primer lugar, sólo voy en calidad de observador. ¿No es así?
—Exacto. Y es la parte más importante. No debes influir, sólo observar. Aún no están claras las paradojas del tiempo. Si observas, no hay peligro de cambiar el futuro. Si traes esas observaciones, el futuro cambiará a partir de hoy. Por eso te elegí. No sólo por ser mi mejor amigo. También porque eres la persona más moderada y perspicaz que conozco.
—Perfecto. Me honran tus calificaciones. Prometo no influir en nada. En segundo lugar… ¿Desde dónde haré mi observación?—preguntó entornando la voz.
—Desde un gato.
—¿Qué?—exclamó, levantándose de un brinco de la mesa.
—Me tengo que asegurar de que no cambies el curso de la historia. No puedo arriesgarme a que mates a Hitler. Eso podría desencadenar una línea temporal diferente; y sólo Krishna sabe qué efectos tendría. Y si el teseractocrono viaja hasta un gato de la época, las probabilidades de que causes alguna variación son mínimas.
—¿Qué te hace pensar que me gustaría matar a ese hijo de puta?—espetó Yossi.
—Tengo motivos suficientes para pensarlo. Si no me equivoco, perdiste varios parientes en los campos de exterminio.
—Bueno…¿Qué ciudadano israelí no perdió algún pariente en la Alemania nazi?

Aunque él mismo sabía que no era así.
Él era descendiente del único varón de una familia de 12 hijos asesinada en Varsovia en 1942. El resquemor hacia cualquier cosa que tuviese que ver con el nacionalsocialismo alemán del siglo anterior le producía verdaderos sentimientos de odio. Y si había pedido viajar a la Alemania nazi era con la pretensión de matar a aquel dictador cruel y maquiavélico. Estaba claro que valiéndose de un gato sarnoso, asesinar a Hitler era algo que había que descartar. Intentó evadir la ira y preguntó:

—¿Cuánto dura el crucero?
—El viaje se realiza en picosegundos. Después, la energía que utilizaremos en la prueba te permitirá estar allí durante tres minutos. Focalizaré siete gigawatios sobre un electrón de iterbio. Tras cambiar su espín, creará una corriente de bosones de Higgs que será modulada a la época introducida en la computadora. Entonces, el teseractocrono conectará tu mente a la de un felino cercano al punto espacial seleccionado.
—¿Y si me pilla un camión?
—Si el sujeto conectado fallece o pierde el sentido, el teseractocrono desconecta y en picosegundos estarás de vuelta aquí; al igual que cuando se acabe el tiempo.
—¿Podré calzarme a una gata en celo?—preguntó con gesto cómico a la par que estúpido.
—Tú sabrás para qué empleas el tiempo, amigo. Sólo espero que recuerdes todo lo que te he dicho. Ahora, vamos a introducir los datos en el ordenador. ¿Dónde quieres que te mande?
—Año 1938, Obersalzberg, Baviera. La residencia de montaña. Consulta los archivos históricos y envíame a alguna mañana de ese verano en la cual, aquel cabrón estuviese allí, planeando nuevas cabronadas contra mi gente.
—Listo—dijo Rahim pocos segundos después.
—¿Qué hago ahora?
—Túmbate en la camilla.

Yossi obedeció. Se tumbó en la rígida pero agradable camilla, construida con delicados cristales de cuarzo ahumado.

—Ahora comenzará el proceso. Es importante que mantengas la mirada fija en el teseracto holográfico que aparecerá a escasos diez centímetros de tu nariz.

Un zumbido electrostático inició el sistema.

Una figura geométrica surgió de la nada y comenzó a rotar a más velocidad de la que parecía poseer realmente.

—Buen viaje, amigo—susurró Rahim.

Un fulgor amarillento iluminó el laboratorio de Física de cuerdas de la Universidad de Vanuatu.

Segundos después, todo volvió a la normalidad.

El científico comprobó satisfecho cómo las constantes vitales de su amigo eran perfectamente estables. Parecía sumido en un placentero sueño.

Rahim sonrió. ¿Estaría ya copulando con gatas en celo?

Se sentó frente al monitor de la computadora que controlaba todos los procesos.



Yossi despertó. Estuvo a punto de caer del borde de la cornisa donde descansaba. Una sensación de vértigo le invadió, amainando cada vez más deprisa, al concienciarse de donde se encontraba.

Era un gato. Y a juzgar por el aspecto de las patas delanteras, atigrado. Se situaba en la altura de un edificio alto y rodeado de otros más pequeños, y semiocultos por la exuberante maleza.

Saltó sin dificultad al tejado, y comenzó a trepar con gracilidad hacia la parte más somera. Una vez allí, contempló el interminable valle germano. Descendió la pendiente que daba a la otra zona de la mansión. Antes de llegar a la estrecha cornisa, escuchó algunas voces en alemán. Había alguien en la terraza.

El gato serpenteó por la superficie del tejado, hasta agazaparse en la esquina; intentando no ser detectado. Pero la persona que había apoyada en la barandilla de la terraza no le detectaría, puesto que estaba de espaldas a él, contemplando el paisaje.

No necesitó ver su cara para saber que se trataba de él. Ahí estaba el dictador, maquinando sus planes para acabar con la etnia judía.
Decidió bajar hasta la barandilla. Una vez en el extremo más alejado, se percató de que había más gente en aquel amplio mirador. Una mujer rubia ojeaba una revista de celebridades. La reconoció de inmediato. Allí estaba esa jodida psicótica de Eva Braun.
Yossi sabía que no debería de quedarle más de un minuto, y decidió observar más de cerca.
Caminó por la barandilla, asombrándole la facilidad con la que ejecutaba los movimientos en un cuerpo que no era el suyo, en una época que tampoco era la suya.
Cuando estaba a un par de metros del dictador; éste le divisó de soslayo. Después, concentró su mirada con la de aquel felino sucio e impertinente. En sus ojos había un odio imposible de no reconocer.
El tirano dio una orden que Yossi no supo traducir, ya que no conocía el idioma. Pero cuando miró en derredor, comprendió. Aquel cabrón había llamado al perro. Y ahora le ordenaba atacar.
Un pastor alemán de casi sesenta kilos corrió desde la puerta de la terraza hacia la posición del gato. Eva Braun jadeaba como una loca, ordenando al perro que destrozase a aquella bola de pelos.
Yossi no quiso actuar. Pero el remanente felino que aún dominaba en una pequeña parcela del cerebro del pequeño mamífero sí decidió hacerlo.
Saltó a la cara del futuro monstruo alemán. Las patas del gato se batieron como las katanas de un Ninja, rasgando las mejillas de su víctima.
El perro no detuvo su salto y dio caza propinando una dentellada al gato, que aún se zarandeaba en los hombros de Hitler. Éste perdió el equilibrio y gritó. Superó la barandilla sin dificultad y cayó al vacío unos treinta metros. El gato también cayó, fracturándose una pata al impactar contra el suelo.
Yossi comenzó a sentir la llamada del teseractocrono. El tiempo se acababa. Arriba se escuchaban gritos de mujer y ladridos de perro. Abajo contemplaba el cráneo de Hitler abierto en canal contra una gran roca de granito. La masa encefálica formaba un sendero donde ya desfilaban trabajadoras hormigas.

Hitler había muerto. Había hecho lo que quería hacer desde un principio. Además… ¿Acaso no influiría para bien en el futuro la muerte de Hitler? ¿Acaso no sería un canto a la libertad y a la fraternidad humana el que Hitler no hubiese llevado a cabo el exterminio, ni una guerra tan lamentable? Deseó que así fuera, justo antes de perder el conocimiento. El teseractocrono lo llevaba de vuelta a casa.


Despertó en una camilla, pero no en una de cuarzo ahumado. Era una camilla de hospital, mugrosa y deshilachada. Cerca de ella, una mesita con un periódico escrito en alemán. Lo único reconocible era la fecha, la misma que la de su cita con Rahim en Vanuatu. 17 de octubre de 2056.
De repente, alguien entró en la sala. Era su colega.

—Tío. Es increíble—le gritó emocionado desde la cama.
—¿Cómo te encuentras, amigo?
—¡De puta madre!. Imagino que ya sabes qué es lo que pasó.

Rahim asintió con tono de preocupación.

—¿Y ha cambiado en algo la muerte de Hitler? Por cierto… ¿Dónde demonios estamos?

Su colega lo miró frunciendo el entrecejo. Parecía preocupado de verdad.

—Yossi…todo el mundo sabe que Hitler murió en el 38 del siglo anterior, en un accidente casero.
—¿Cómo que lo sabe todo el mundo?
—Porque en honor a él hay fiestas, hay sacrificios…incluso se bautizó al primer planeta extrasolar con su nombre… ¿recuerdas?
—¿Qué cojones…me estás contando, tío?
—El accidente te ha debido de tocar el sistema neurológico. ¿No recuerdas nada de tu era estudiantil?
—¿Qué accidente? ¡Tu me enviaste al pasado, y yo provoqué la muerte de Hitler!
—¿Crees que un fontanero como yo puede enviar a alguien al pasado?
—¿Fontanero? ¿De qué cojones va todo esto, tío? ¡Te dieron el premio Nobel de Física el año pasado! ¿Es que te has vuelto loco?
—Estás aquí porque sufriste un accidente en la mina de Yterbio. Una camioneta de residuos descarriló y te arrolló. Has estado una semana en coma; y te han amputado las piernas. Y ya veo, que también has sufrido daños neuronales.

Yossi comprendió aterrado que algo había salido mal. Como dijo el anterior Rahim, la línea se había alterado. Tanto, que el teseractocrono no se había llegado a inventar; con lo que se veía abocado a no volver jamás a su línea temporal.

Cuando fue consciente de todo esto, lloró.

Rahim le “refrescó” la memoria contando lo ocurrido desde la muerte de Hitler.

Martin Bormann se hizo con el control sucediendo al dictador. Allanó el camino asesinando a Himmler, Goebbels y a otros posibles rivales en la derivación del poder, el mismo día del fatídico accidente. Una semana después de llegar al mandato, inició una guerra contra el comunismo; que a la postre se convertiría en guerra contra todas las naciones que se le ponían en camino; y gracias a unas inteligentes estrategias militares y al uso indiscriminado de armamento nuclear, se hizo con el control de Europa y Asia en tan solo diez años. Estados Unidos se agregó al Tercer Reich en el 2024. No hubo Holocausto, pero sí cierre de fronteras y una escala social totalmente inhumana y abusiva. En el 2030, se exilió a todos los no-arios a satélites de Júpiter y Saturno.

—Tú y yo llevamos en Calixto cerca de ocho años, y nos dedicamos al mantenimiento de los reactores de lutecio radiactivo. Aunque por desgracia, tú has quedado completamente inservible para la labor que te designaron, y al pertenecer al subgrupo judío, te ofrecerán como sacrificio a Saturno el lunes que viene. Me honró disfrutar de tu presencia como compañero.

Y salió de la habitación.

Lloró durante largo rato.
Cuando recobró la compostura, decidió que no quería vivir en un mundo así, ni tan siquiera una semana más.
Se armó de valor y desconectó de un tirón una de las válvulas que le facilitaba la entrada de oxígeno.
Lentamente, comenzó a perder la consciencia.
Deseó no haber anhelado matar a Hitler. No hubiese predicho semejantes consecuencias. Comprendió que la muerte de sus familiares estaba justificada si era para vivir en el mundo de paz y armonía que antes disfrutó sin degustar. Quizás, las cosas que sucedieron, tuvieron que ser así.

Quizás, nada sucede en vano.

Lo último que discernió antes de morir asfixiado, fue un teseracto rotando a gran velocidad.

Para poder leer más obras de este genial autor, lector y colaborador de PLQHQ pasaos por su blog: http://paronirium.blogspot.com/

2 comentarios:

  1. Genial, el cuento, el trocito del cuadro de Dalí viene de perillas al cuento y ciertamente la música le crea una atmosfera especial. Gran relato Pedro!!!! Cineclasicajazz ;)

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  2. Totalmente de acuerdo contigo Cineclasicajazz, es una maravilla de relato. Por lo menos desde mi perspectiva. Saludos

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