ByOskarele
Las células, generalmente cuando no son necesarias, mueren, aunque suelen hacerlo de una manera que puede ser entendida como "digna". Desmantelas todos los puntales y contrafuertes que las sostienen y devoran tranquilamente los elementos que las componen. El proceso se denomina apoptosis o muerte celular programada genéticamente. En lugar de hincharse o reventar y por lo tanto, derramar su contenido intracelular dañino enzimático, hacia el espacio extracelular, las células en proceso de apoptosis y sus núcleos se encogen, y con frecuencia se fragmentan conformando vesículas pequeñas que contienen el material citoplasmático. De esta manera, pueden ser eficientemente englobadas vía fagocitosis y, consecuentemente, sus componentes son reutilizados por macrófagos o por células del tejido adyacente.
Miles de millones de células tuyas mueren cada día a tu servicio y otros miles de millones de ellas limpian los desechos.
Pero las células también pueden morir violentamente, por ejemplo, cuando resultan infectadas. Pero generalmente mueren cuando se les dice que mueran. De hecho, si no se les dice que vivan, si no se les da algún tipo de instrucción, se suicidan automáticamente. Las pobrecicas necesitan mucho apoyo.
Pero a veces, últimamente bastante a menudo, las células la lían y se convierten en nuestro peor enemigo. A veces, en vez de morir como dios manda, empiezan a dividirse y a proliferar descontroladamente. A esto lo llamamos cotidianamente Cáncer.
Las células cancerosas son, simplemente, células confundidas. Y no son demasiado extrañas. Es más, suelen aparecer. Pero nuestro cuerpo sabe que esto pasa y ha elaborado mecanismos para luchar contra ellas. Pero algunas veces, las menos, el proceso se descontrola y se hace fuerte. Los humanos padecen un tumor maligno cada 100.000 billones de divisiones celulares.
El cáncer es mala suerte en todos los sentidos posibles del término.
En realidad lo asombroso es que todo vaya bien durante tantos años como viven algunos humanos. Básicamente consiguen que todo vaya bien gracias a un complejo sistema de mensajes que funciona e interrelaciona todo el cuerpo: instrucciones, preguntas, correcciones, peticiones de ayuda, actualizaciones, avisos de división o de muerte... la mayoría gracias a unos carteros llamados Hormonas, entidades químicas bastante conocidas, con nombres como Insulina, adrenalina, estrógeno o testosterona, que transmiten información desde puestos destacados remotos, como las glándulas tiroides o las endocrinas.
Otros mensajes llegan por telégrafo desde el cerebro o de otros centros regionales, en un proceso denominado señalización paracrina. Aunque las células también se comunican directamente con las otras células vecinas.
Lo más asombroso de este maravilloso mundo de las células es que no hay ninguna presencia pensante detrás de sus acciones. Aunque creas que es tu cerebro, o tu alma, quien las controla, en realidad ellas van por libre. Todo sucede de una forma fluida y reiterada, tan fiable que raras veces llegamos siquiera a darnos cuenta de ello; sin embargo, de algún modo, todo esto produce no solo orden dentro de la célula, sino una armonía perfecta en todo el organismo.
En todos los organismos. Cada ser vivo, no lo olvides, es una especie de milagro en la ingeniería atómica biológica.
De hecho, algunos organismos que nos parecen primitivos gozan de una grado de organización celular asombroso, que hacen parecer el nuestro algo amateur. Disgrega las células de una esponja, échalas luego en una solución y ellas solas encontraran la forma de unirse de nuevo y formar una esponja. Como tú y como todos los seres vivos, solo tienen un imperativo, seguir viviendo. Y eso hacen, como sea.
Y todo este milagro de las células se debe a una molécula curiosa, decidida y poco entendida, que no está viva, pero que está en todos los seres vivos, absolutamente en todos.
Su nombre, ADN...
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