LA CUCAÑA, UTOPIA EN LA EDAD MEDIA

ByOskarele

Durante la edad media, se hablaba de la existencia de un país mitológico, en el que no era necesario trabajar, donde el alimento y la bebida eran abundantes y donde las gentes eran siempre felices.  En España se habla del país de la Cucaña, en Francia, Cocagne y en Gran Bretaña, Cokainge. En  Alemania este sitio se conoce como Schlaraffenland y en Europa en su conjunto sobrevuela la idea del país de Jauja, en remisión a la región peruana homónima, conocida por sus riquezas y clima favorable.

Además gozaba de una geografía peculiar: los ríos eran de vino del bueno o de leche fresca que nunca se agria. Desde estos ríos los peces saltaban directamente a nuestras manos, listos para comer. Las montañas eran de queso y los lechones colgaban de los arboles asados a la miel. De los arboles también colgaban ristras de salchichas que, cuando eran podadas, volvían a crecer. Su hierba era constantemente perfumada por los más suaves aromas florales de la pradera y tan abundante que era incluso más cómodo y acolchado que el mejor almohadón.

Tal es la representación que se puede observar en el cuadro realizado por Pieter Brueghel el Viejo (ver foto superior)

La población de Cucaña es más que feliz, no existen los malestares cotidianos del campesino, ni siquiera existe el trabajo y casi todos los días son jueves (día de descanso de los estudiosos). La abundante comida no trae problema alguno a los Cucañenses, ya que la indigestión y el dolor de barriga no existen, tampoco lo hacen los resfríos o, para el caso, la enfermedad.

Representación de la Schlaraffenland -El nombre de Cucaña en Alemania.- La ilustración está basada en la pintura de Bruegel (1567), que teneis arriba en la que se ven a tres hombres: un soldado, un campesino y un clérigo inmóviles de tanto comer y beber. En la mesa pueden verse los restos de comida dejados tras el festín (algo extremadamente raro en dicha época ya que todo, incluso los restos, eran aprovechados). Notar la casa de la derecha cubierta de tartas, y los lechones asados caminando por la tierra.

La Cucaña comenzó a aparecer durante el siglo XII, principalmente en poemas escritos por goliardos. Es decir clérigos vagabundos y rebeldes que no se negaban ningún tipo de placer. Y la misma se volvería realmente popular. Estas creencias estaban estrechamente relacionadas con el carnaval, una fiesta en la que se invertían los valores que regían la sociedad y en la que las personas actuaban sin ataduras. Se trata, por lo tanto, de diversas representaciones de un mundo sin problemas, en el que no existe el hambre, la miseria o la diferencia estamental.

Se considera que procede del latín coquina (cocina) o quizás del germánico kuche (que también alude a lo cocinado y designa generalmente a los pasteles); lo concreto es que (según el célebre diccionario del idioma francés Littre) la palabra procede de cocagne nombre languedociano (es decir occitano) dado a pasteles de pintura tintórea obtenidas de la planta llamada también cocagne (Isatis tinctoria L.). En efecto, inicialmente se conoció como País de la Cocagne a la región del Lauragais que era gran productora de cocagnes durante los siglos XV y XVI, tal producción se extendía hacia el norte del Lauragais hasta Albi y por esto Cocagne designó inicialmente a una región rica y de buen vivir.

Por otra parte durante la conquista del Tahuantinsuyo por Francisco Pizarro éste y sus tropas descansaron en la ciudad de Jauja la cual era sede de enormes tampu (depósitos) de riquezas, ropas, alimentos y bienes diversos acumulados por los incas, tales depósitos fueron aprovechados por los conquistadores españoles; de este modo, luego el País de Cucaña tuvo tras 1533 prácticamente como sinónimo al «país de Jauja».

Sin embargo en todos los casos se supone que para llegar a tal lugar es necesario atravesar un mar o río de excrementos o someterse a una larga penitencia, con lo cual sólo los pobres o sufrientes serían capaces de alcanzar ese destino. En este sentido podemos observar, más allá de la intención esperanzadora, una fuerte crítica a la injusticia social como mensaje implícito en estas narraciones populares.

Charles Baudelaire, en una obra titulada “Pequeños poemas en prosa” dice lo siguiente:

“Dicen que hay un país magnifico, un país de Cucaña, anhelo visitarlo con una vieja amiga. Curioso país, anegado en las brumas de nuestra región norteña y que podría llamarse el oriente de occidente, la China de Europa, por lo mucho que allí llego a desarrollarse la cálida y caprichosa fantasía, por lo mucho que esas fantasías la adorno paciente y tozudamente con su sabia y delicada flora.

Un verdadero país de Cucaña en el que todo es hermoso, abundante, tranquilo, honrado; donde el lujo disfruta contemplándose en el orden, donde la vida resulta agradable y rica de respirar, donde el desorden, la turbulencia y lo imprevisto están excluidos, donde la felicidad ha maridado el silencio, donde la mismísima cocina resulta poética, pesada y excitante a la vez, donde todo se os parece, ángel mío querido. “

Pues no estaría nada mal que existiese un país así, aunque, me temo, va a ser que no.

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