NEWGRANGE, LA RESURRECCION DE LA LUZ


Junto a un meandro del río Boyne, en Irlanda, hay un cementerio prehistórico con más de 25 galerías funerarias conocido como la Curva del Boyne, y que parece deliberadamente emplazado en una colina para que sus tres tumbas más suntuosas -Newgrange, Knowth y Dowth- dominen el fértil valle que se extiende a su pie. El pasaje funerario de Newgrange es la reliquia prehistórica más espléndida de Irlanda, pues además de su extraordinaria estructura está repleto de magníficas tallas en la roca. Pero, ¿era sólo una sepultura o cumplía alguna otra finalidad?

La tumba, saqueada y en estado ruinoso, fue descubierta en 1699, y uno de los primeros en entrar en ella fue el estudioso galés Edward Lhuyd (1670-1708), que escribió lo siguiente:

"Para entrar por primera vez tuvimos que arrastrarnos; pero a medida que avanzábamos, los pilares laterales iban siendo cada vez más altos, y al entrar en la cueva vimos que tenía unos 6 m de altura. A cada lado había una especie de celda o compartimento; y otro más, exactamente frente a la entrada."

La galería por la que entró Lhuyd mide más de 18 m de longitud y termina en tres pequeñas cámaras resvestidas de grandes piedras. En el alto techo abovedado, las piedras -100 o más- están perfectamente equilibradas y se mantienen en su sitio sin necesidad de argamasa; en cinco mil años sólo se han roto dos. Esta perfección de diseño y ejecución demuestra que los que construyeron Newgrange, hacia el 3250 aC, eran magníficos artesanos.
Lo que de inmediato atrae la atención del visitante curioso es la abundancia de tallas en la roca. La piedra de la entrada está cubierta de espirales, y más de una docena de las verticales de la galería muestran trazas de decoración. También hay tallas en diversas piedras del suelo y de la bóveda, incluso en tramos de la superficie no apreciables desde abajo. La mejor de las tallas del interior es una triple espiral en el sector inferior de una de las piedras verticales. En el exterior, muchas de las piedras del encintado están decoradas, y algunas, en las partes que quedan ocultas. Además de las espirales, abundan en Newgrange los losanges, los trazados en zigzag y los círculos. Pero, extrañamente, estos símbolos no coinciden con los de otras galerías funerarias de Irlanda.

Los primeros estudiosos de Newgrange no prestaron gran atención a estas decoraciones. En el siglo XVIII, Thomas Molyneux, profesor de física del Trinity College de Dublin, las describió como "una especie de tallas bárbaras", y fueron muchos los que las consideraron meras ornamentaciones. En tiempos más recientes se han realizado serios esfuerzos por descubrir en ellas algún significado, más allá del efecto decorativo. En este campo de investigación ha destacado Martin Brennan, quien, en su obra La visión del valle del Boyne, analiza las más de 700 piedras talladas del valle. Brennan sostiene que la mayoría de las tallas recogen observaciones astronómicas y cosmológicas, y que Newgrange se constituyó, entre otras cosas, en el mayor y más antiguo calendario solar del mundo. "Para los habitantes del valle del Boyne -según Brennan-, el estudio de los movimientos del sol era muy importante. Fueron los maestros astrónomos del neolítico."

El afán científico no fue la única motivación de los constructores de estructuras tan notables como Newgrange y Stonehenge, donde sí, también se efectuaban observaciones astronómicas. Es posible que, a la vez, estudiaran el universo y lo relacionaran con sus vidas personales de modo directo y significativo. Newgrange no es sólo un calendario solar o un observatorio; parece implicar un símbolo de la propia fuerza vital. En su origen, el montículo que cubre la galería funeraria era oviforme; en este huevo portador de vida se abría un largo pasadizo conducente a una cámara subterránea, que quizá simbolizara el seno materno. En su interior se eleva un gran pilar de forma fálica; e incluso los pares de bolas calizas encontradas en Newgrange pueden detentar un simbolismo sexual masculino.

La construcción de Newgrange sabe aprovechar el más vitalizador de todos los elementos, el Sol. Sobre la entrada, que debía estar sellada con una piedra, hay una pequeña abertura con espirales dobles y losanges tallados en el "techo", así como puertas de piedra que podían abrirse y cerrarse. La estructura está orientada de modo tal que, en el amanecer del día del solsticio de invierno, el sol naciente penetra en el interior de la tumba por dicha abertura, cuyas puertas deberían quedar abiertas de antemano.

Los rayos de sol recorren la totalidad de la galería hasta el corazón de la cámara.

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