FRITZ HAARMANN, EL OGRO DE HANNOVER



El 17 de Mayo de 1924, en Hannover, Alemania, a la orilla del rio Leine, unos niños encontraron un cráneo humano. Fue el primero de una serie de restos, principalmente cráneos de adolescentes, que acabarían por conducir a la detención de uno de los asesinos en serie mas infames de todos los tiempos, Fritz Haarmann, el ogro de Hannover, el hombre lobo, el vampiro.

Aproximadamente entre 1918 y su detención el 22 de Junio de 1924, Haarmann asesino brutalmente a unos cuarenta niños y adolescentes. Los buscaba en la cercana estación de tren, que se había convertido en refugio de huérfanos, mercado de carne y centro de reunión de prostitutos desesperados. Allí esperaba que apareciera alguna adolescente de su gusto, pues siempre los elegía muy bellos y de aspecto angelical y puro, y le ofrecía comida, dinero y cuidados, para poder llevárselos a su casa, donde procedía a violar sistemáticamente a su víctima, estrangulándolos justo en el momento del orgasmo. A veces incluso los mordía en el cuello, deleitándose con el sabor de la sangre. Vamos, un angelico el Fritz este…

Una vez terminaba su macabra y deplorable función, descuartizaba los cuerpos desnudos, arrojaba la cabeza y otras partes “inútiles” al rio, y procedía a convertir el resto en piezas de carne, indistinguibles a simple vista de la carne animal, con las que obsequiaba a sus amigos y vecinos, comerciaba en el mercado negro y se alimentaba el mismo, junto a su amante, Hans Grans, de 25 años. La ropa de las víctimas, que posteriormente ayudarían a identificar a la mayor parte de los chicos, las vendía, cambiaba o incluso regalaba.

El caso, como es de esperar, causo una psicosis social en Hannover y en toda Alemania, comparable a la creado por Jack The Ripper en el Londres victoriano. Salía a la luz del día un mundo de miseria y de hambre que recurría, inconscientemente o no, al canibalismo para sobrevivir. Y salía a la luz el mal en estado puro: un ser antisocial y criminal, que, sin embargo, parecía uno más de ellos. Eso es lo que más perturbaba (y perturba) de estos asesinos, que puede ser tu vecino de enfrente, ese con el que te cruzas cuando vas a tirar la basura…

El filosofo Theodor Lessing, paisano de Hannover, siguió y recopilo el caso, y nos ha dejado una clara y vivida descripción de aquel ambiente.

“en aquellas casas sucias y malolientes, con estrechas escaleras de madera vieja de siglos, en angostas habitación y cubículos, cuyas paredes eran simples tabiques de tablas o bien de arpillera, Vivian en los años de la extremada miseria de la Alemania de la posguerra, los más desvalidos de los míseros de la ciudad. Los judíos regresados del frente habían aprendido en el que se podía matar a un semejante para conseguir un tabardo o bien unas botas y ahora estaban dispuestos a cambalachear en lo que fuera. Allí estaba el mercado y la bolsa de los rateros, de las prostitutas, de ropas usadas y de cualquier otro artículo. Lo mismo se proyectaba un robo que un asesinato… en resumen, un muestrario de las más triste humanidad con mugrientos harapos, pestilencias y repugnante aspecto”.

Para colmo, a lo largo del juicio y a pesar del intento de las autoridades por mantener el asunto al margen, se descubrió que Haarmann había actuado varias veces como soplón para la policía, llegando incluso a presumir de su amistad con los agentes de la autoridad y hasta a ejercer durante un breve tiempo como detective privado junto a un amigo ex policía. Estas relaciones con las autoridades no solo le dieron prestigio y poder entre el vecindario, sino cierta impunidad para cometer sus brutales crímenes.

En varios registros realizados en su casa nunca se encontró nada, presumiblemente porque la policía no hizo especial esfuerzo por encontrar algo sospechoso, sino más bien al contrario. Teniendo en cuenta los numerosos antecedentes criminales de Haarmann, quien incluso había sido recluido en un psiquiátrico durante un tiempo, el “descuido” de la policía resulto tan criminal como las propias actividades del condenado.

Muchos fueron los temas que saco a la luz el siniestro caso: la homosexualidad y la actividad de chaperos y traficantes de niños; el mercado negro de carne (que a veces procedía de las victimas de Haarmann); la responsabilidad del cómplice, el joven Hans Grans, con quien el asesino mantenía una turbia relación sentimental; la locura considerada como atenuante; la corrupción policial y la falta de personal en un distrito que tenía el mayor índice de criminalidad del país.

Finalmente, el 20 de Diciembre de 1924, Fritz Haarmann fue decapitado. El mismo insistió en no ser considerado un loco. Prefería morir a ser ingresado en un sanatorio mental.

Su amante y cómplice, Hans, fue condenado a cadena perpetua, de la que cumplió trece años

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