CUESTIONES ELEMENTALES, PARTE 4. MARIE CURIE, RUTHERFORD Y LA RADIOACTIVIDAD


Todo empezó en Paris, en 1896, cuando HENRI BECQUEREL dejo despreocupadamente un paquete de sales de uranio en un cajón, encima de una placa fotográfica enrollada. Tiempo después comprobó que las sales habían dejado una impresión en la placa. Las sales emitían algún tipo de rayos. Becquerel traslado el problema a una estudiante graduada para que lo investigase.

Afortunadamente esta estudiante era una polaca recién llegada llamada MARIE CURIE que descubrió, trabajando junto a su maride Pierre, que ciertos tipos de piedras desprendían unas cantidades extraordinarias y constantes de energía, pero sin disminuir de tamaño ni modificarse de forma apreciable. Lo que este matrimonio no podía saber era que aquellas piedras habían transformado la masa en energía con una eficacia brutal. Einstein se encargaría explicarlo. Marie llamo a este fenómeno “radiactividad”, y ganaría el premio nobel dos veces gracias a ello: en 1903 el de física, y en 1911 el de química.

Esto influyo enormemente en un joven neozelandés llamado ERNEST RUTHERFORD, que pronto descubrió que había inmensas reservas de energía encerrada en los materiales radiactivos, y que la desintegración radiactiva de aquellas pequeñas reservas podía explicar la mayor parte del calor de la tierra. Descubrió que los elementos al desintegrarse se convertían en otros elementos (un día tenias un átomo de uranio, y al día siguiente era plomo). Aquello era simple y pura alquimia.

Rutherford fue además el primero que se planteo que aquello podía tener una utilidad práctica. Comprobó que siempre tardaba lo mismo en desintegrarse, creando una especie de reloj, con el que medir la edad de los materiales, y, por lo tanto, de la tierra. Claro que los resultados daban una antigüedad inaceptable en aquellos tiempos.

La radiación, por supuesto, siguió y siguió (y sigue) en formas que nadie esperaba. A principios de la década de1900, Pierre Curie empezó a experimentar claros signos de radiopatia, aunque no murió por esto: un carruaje lo atropelló en Paris en 1906. Su mujer, Marie, murió de leucemia en 1934. Poco antes se había descubierto el poder mortífero de la radiación, pero años atrás, antes de saberlo, muchos dentífricos y laxantes llevaban Torio radiactivo, contaminando a miles, millones, de personas.

La radiación es tan perjudicial y duradera que, incluso hoy, los documentos de Marie Curie de la década de 1890 (hasta sus libros de cocina) son demasiado peligrosos y no se pueden utilizar. Sus libros de laboratorio se guardan en cajas forradas de plomo, y para verlos hay que ponerse un traje especial.

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